El Psicodrama

20098

     El Psicodrama es un modelo Humanista de Psicoterapia que alimenta su técnica de la corriente Psicodinámica Relacional.

    Fue creado por Jacob Levi Moreno, y fue inspirado en el teatro de la improvisación, concebido y creado para la psicoterapia de grupo. Más adelante, psicoterapeutas como Dalmiro Bustos y Rosa Cukier, quisieron llevarlo a la psicoterapia individual, llamándola Psicoterapia Psicodramática Bipersonal.

     El Psicodrama nos invita a un verdadero encuentro con nosotros mismos y con el otro, a ver mi «yo» y a ver el «tú», un encuentro «conmigo» auténtico y un encuentro «contigo» sincero, un verdadero «yo-tú», alejándonos del «yo-ello».

     La técnica psicodramática coloca fuera de nosotros mismos «los personajes» (el miedo, la culpa, la barrera, la exigencia, la grandeza, la debilidad, etc…)  que hemos ido internalizando a lo largo de nuestras vidas debido a las circunstancias que nos han sido dadas, «personajes» que nos protegieron en su momento, «personajes» que creamos para que cumplieran una función en un momento dado, «personajes» que construimos para cubrir unas necesidades que no se nos fueron dadas. «Personajes» que, ahora, en nuestro presente, nos limitan y condicionan, nos ahogan en nuestra libertad de acción.

    El psicodrama invita, por tanto, a la externalización de «los personajes»  de nuestro propio self. De esta manera, entendemos que podemos relacionarnos con ellos y que podemos recuperar el control sobre ellos, decidiendo si los queremos despedir o no, recuperando la propia responsabilidad en uno mismo y ampliando nuestro repertorio de roles y de acciones.

    Este modelo de Psicoterapia centra por tanto, su máximo empeño en la recuperación de la esencia de la «espontaneidad» en nuestra manera de ser y de estar en el mundo. Esta es la meta de la Psicoterapia Psicodramática, un proceso de reparación de las heridas de nuestro «niño interior» para poder volver a la espontaneidad, a lo genuino y a lo auténtico,  un proceso en el que nos vamos quitando  «las capas» que nos convierten en personas limitadas y rígidas.

    En conclusión y para resumir, a medida, que el Psicodrama favorece por tanto la eliminación de estas «capas» y apela a la recuperación de la «espontaneidad» de la persona, así como procede al cuidado y a la reparación del «niño interior» herido,  en la medida en que le da un espacio terapéutico de cuidado en el que, mediante el acompañamiento del terapeuta, el paciente-adulto le da permiso a su niño interior para sentir su verdadero «dolor», la persona, va aprendiendo en el proceso terapéutico psicodramático a generar respuestas nuevas y diferentes ante las situaciones de su vida repetidas viejas que ya conoce, o a generar respuestas nuevas ante situaciones nuevas que no conoce, esto es, «llegando» o «rozando» a la esencia de la espontaneidad.

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